LOS INSURGENTES DE TINGÜINDÍN, COTIJA Y LA REGIÓN (E-7)

Por: Raúl Huanosto Gutiérrez

La noticia del levantamiento del cura Hidalgo, en el pueblo de Dolores, fue traida a la región de Tingüindín por un grupo de arrieros que hacía su comercio entre Jiquilpan, La piedad y distintas poblaciones de actual estado de Guanajuato. Esto sucedió durante la primera quincena del mes de octubre de 1810.

El señor profesor don Rafael Murillo, en su "relación de Cotija" nos dice textualmente; "La noticia del levantamiento del señor cura don Miguel Hidalgo se supo en Cotija port unos arrieros el 12 de octubre de 1810 e inmediatamente el padre Luciano Farías y se acordó que don José María Vargas se pusiera al frente de los que iban a pelear y se pidió dinero para fusiles u lanzas, recogiéndose tambiénalgunos caballos. Una semana después mandó, elmencionado padre, que salieran a buscar más gente a Tacátzcuaro, Tingüindín y otros pueblos de indios. Vueltos Cotija y formando un regimiento, pasados dos días, se dijo un amisa, y tocando la campana descargaron sus fusiles con mucha admiración del pueblo. Luego se fueron para Tarecuato y, en el llano denominado del "Estanque" (posiblemente "La Trasquila") un grupo de indios del poblado de indios de San Angel, entre los que se encontraban Juan Isidro Magdaleno, Aristeo Bermejo Cruz, Pedro Alonzo Julian, Rutilio Ildefonso Agustín, Pablo Candelario García y Eliseo CArlos Candelario, se uniron al regimiento insurgentede Cotija, Tacátzcuaro y Tingüindín, comandado por don José María Vargas."

Con anterioridad a estos hechos, en el pueblo de Tingüindín el señor Abdón Espinoza Palafox, arriro que trabajaba a las órdenes del señor don Antonio López, fue el primer individuo que divulgó en este pueblo la noticia del levantamiento del Cura de Dolores y el primero también que empezó a reunir gente en la localidad para la causa de Hidalgo.

En la vecina población de Cotija, el señor don José María Vargas, dedicado también a la arriería y compañero de Abdón Espinoza Palafox, se encargó de organizar un grupo de insurgentes con los vecinos de su localidad y región. Con ese propósito envió a Tingüindín un mensajero confidencial para que se entrevistara con el señor López, de quien era amigo personal y en ocasiones su trabajador, a fin de tenerlo informado de los acontecimientos y solicitarle ayuda.

El mensajero cotijense recibió del señor López positiva respuesta pues, este último se comprometió a entragarle a don José María VArgas 4 fusiles, 2 pistolas, 6 mulas y una cooperación en efectivo de 40 pesos fuertes, cuando pasara por Tingüindín con sus hombres. Por su parte, el señor Abdón Espinoza Palafox reclutó a 17 tingüindinenses que, días más tarde, se incorporaron con los hombres de Vargas.

Los nombre de los insurgentes tingüindinenses no fue posible rescatarlos. Por documentos de la época, localizados en el Archivo General de la Nación (A.G.N.) únicamente nos llegóel apodo de 4 de ellos; "El Güero Almendra", "La Chitota", "Cuco el Tepache" y "El Timpuque".

Cuando pasó por Tingüindín el pequeño ejército insurgente reclutado en Cotija, su comandante, don José María Vargas, ordenó hacer alto a sus hombres frente al domicilio particular del señor don Antonio López para recoger lo que éste último había prometido entregar. Después de larga entrevista entre los señores López, Vargas y Espinoza Palafox, el dueño de la casa ordenó a uno de sus mozos que entregara a ESpinoza Palafox la totalidad de mulas que necesitaba el grupo de insurgentes tingüindinenses. A don José María Vsrgas le dió, además de los fusiles, pistolas y dinero prometidos, algunas cajas de pólvora y varias cargas de maíz y piloncillo.

Del frente de la casa del señor López (hoy auditorio municipal), enfiló rumbo a Zamora, entre la silenciosa curiosidad y asombro de los vecionos del pueblo, el pequeño grupo independista de esta región. Este contingente iba al mando del arriero cotijense José María Vargas, mismo que días más tarde se unió, en la Sultana del Duero, a las fuerzas del padre Hidalgo.

En la ciudad de Zamora, don José María Vargas recibió de hidalgo el grado de coronel y la orden para que se incorporara con su gente a la tropa de don José Antonio Torres, mejor conocido en la historia de México como "El Amo Torres". Este último también recibió en Zamora la comisión de insurreccionar las regiones de Zacoalco, Sayula y Colima.

Unido al contingente de don José María Vargas (en el que estaban incluidos los insurgentes tingüindinenses) a las fuerzas del Amo Torres, todos juntos participaron en la toma de Guadalajara, a la que el Intendente Roque Abarca intentó poner a salvo, pero sus intenciones fracazaron ante el egoísmo de los peninsulares potentados, ya que primero se negaron a tomar las armas, se negaron también a contribuir con dinero o armamento. Fue entonces cuando el alto clero de Guadalajara integró un batallón compuesto por seminaristas.

Por aquel entonces la capital de la Nueva Galicia (Guadalajara, Jal.) se encontraba escasa de tropas realistas debido a que los insurgentes habían tomado Zacoalco y La Barca, y el Intendente había enviado dos divisiones militares de quinientos soldados realistas para batir a los insurgentes. La de Zacoalco, al mando de don Tomás Ignacio Villaseñor, en la que se habían enrolado la mayoría de los hijos de las principales familias de la ciudad, seguros de obtener una ráapida y fácil victoria. En las afueras de Zacoalco atacaron a los españoles las fuerzas rebeldes del Amo Torres y, tras duro combate que se prolongó varias horas, los españoles fueron derrotados, muriendo en el campo de batalla la mitad de sus activos y, el resto, capturados como rehenes, contandose entre ellos al mismo Tomás Villaseñor.

La división realista enviada a La Barca, Jal. La comandaba el Oidor don Juan José Recaho que, tras algunas medrosas tentativas de combate contra los insurgentes, optó por una vergonzosa retirada hacia la capital de la Intendencia, llevando consigo en el carro en que viajaba al Santísimo Sacramento en su enorme Custodia dorada, como medida de protección a posibles ataques insurgentes durante su regreso.

Guadalajara, desprovista de tropas y vecinos principales, pactó la entrega de la plaza (a las fuerzas del Amo Torres) a través del Ayuntamiento. Esto fue el domingo 11 de noviembre de 1810. En diciembre del mismo año, don José María Vargas, Manuel Muñiz , el español Agustín Marroquín y el tingüindinense Abdón Espinoza Palafox, participaron activamente en la degollación (ordenada por Hidalgo) de varios centenares de peninsulares en Oblatos, Cerro de San Agustín y Barranquitas de Belén, lugares todos cercanos a Guadalajara. Tiempo más tarde, el tingüindinense Espinoza Palafox se incorporó con sus paisanos a la división insurgente que encabezaban el cura de Ahualulco don José María Mercado y don Juan Zea, quienes habían recibido del Amo Torres la consigna de sublevar los pueblos occidentales de la Nueva Galicia. El cura Mercado, Juan Zea y Espinoza Palafox marcharon sobre Tepic al frente de ochocientos insurgentes, y en corto tiempo tomaron esa plaza sin resistencia. En ese lugar reforzaron su tropa con varios centenares de voluntarios... De Tepic se fueron a San Blás para atacar su puerto, que se había convertido en el apostadero de la Armada Real Española. Este puerto estaba resguardado por el oficial de la marin aespañola don José Labayen, quien hizo enormes intentos por organizar la defensa del slugar, pero se desistió cuando vio que el obispo de Guadalajara y numerosos españoles que, aterrados por los sucesos de Guadalajara (las degollaciones) arribaron a San Blás en penosas condiciones, que mucho impactarona a los peninsulares residentes en ese puerto... Ellos fueron los que convencieron a Labayen a que negociara con los insurgentees la capitulación, días más tarde.

San Blás fue tomado pacíficamente por los insurrectos, no obstante que la marina española estaba pertrechada en una sólida fortaleza que dominaba la población entera.

En San Blás los insurgentes se apoderaron de todos los recursos bélicos de los españoles: cañones de diferentes calibres, dos bergantines, un afragata, una goleta, dos lanchas cañoneras, víveres, municiones y 700 prisioneros. En el puerto nayarita, el tingüindinense Espinoza Palafox conoció a una dama criolla simpatizante de la causa insurgente con la que tiempo más tarde contrajo nupcias: doña Artemia hinojosa y Castro.

A finales de diciembre de 1814 Abdó Espinoza Palafox envió, de Lagos de Moreno a Tingüindín, una carta a su antiguo patrón (el señor don Antonio López) con unos arrieros qu él conocía y que casualmente estaban comerciando en aquél lugar y que, días más tarde, pasarían por Tingüindín. En esa carta, ESpinoza Palafox narraba al señor López algunas de sus experiancias insurgentes, así como los planes que se tenían para abatir las fuerzas militares que la Corona Española tenía por el occidente de Jalisco y Colima.

Cerca de Totolán este grupo de arrireros fue alcanzado por un piquete de soldados realistas los que, tras un minucioso registro de sus mercancías, encontraron la carta que Espinoza Palafox enviaba al señor López de Tingüindín.

Los arrieros no fueron detenidos. Los soldados realistas únicamente les quitaron las bestias de carga y mercancías como catigo por ser emisarios de los insurgentes.

Sin más pertenencias que lo llevado puesto, los arrieros dirigieron sus pasos a Tingüindín donde, al llegar, inmediatamente fueron a casa del señor López para notificarle lo sucedido, y prevenirlo de una posible agresión a su persona por parte de los realistas, que sin duda alguna, tarde o temprano irían a buscarlo por se amigo y protector de los insurgentes. Una vez que el señor López fue enterado del incidente, restituyó a los arrieros las bestias de carga y los probeyó de dinero para que adquirieran de nuevo mercancía.

A los pocos días de esto, el señor López se fue de Tingüindín junto con su familia para esconderse, por varios años, en "La Peña Ahumada", una apartada ranchería del rumbo de Cotija. Por aquellas tierras contrajo matrimonio con una dama del pueblo de Santa Inés de apellido Fernández. Por el año de 1828 el señor López regresó a Tingüindín con esposa y cuatro hijos varones, que más tarde dieron orígen a la numerosa progenie local de los López.

Espinoza Palafox continuó participando en el movimiento insurgente bajo las órdenes del Amo Torres y de don José María Vargas. Las últimas noticias que tenemos de él son durante el asalto que la brigada insurgente, comandada por don José Trinidad Salgado, en la que también militaban don José María Vargas y el canónigo don Lorenzo de Velasco, hizo a la estancia de "Los Corrales", perteneciente a la hacienda de San Francisco Tizapán, en el que derrotaron por completo a ls fuerzas realistas allí acampadas de don Manuel Arango y don Juan Nepomuceno Cuellar. En este lugar fueron hechos prisioneros el Teniente Coronel Arango y 300 soldados, obteniendo además un botín de guerra de cuatro cañones, dos cientos fusiles y gran cantidad de cajas de municiones, contándose también entre los muertos, al Teniente Coronel Cuellar.

El fin que tuvo Audón Espinoza Palafox y el resto de los insurgentes de Tingüindín, el olvido y la noche del tiempo los ha cubierto.